Recurriendo a su experiencia e imaginación, todos los días se inventaba un motivo diferente para ser despedido, y todos los días sus intentos fracasaban. Muchas veces con resultados totalmente sorpresivos, que sólo servían para acrecentar su prestigio profesional.
Un día se le ocurrió organizar un torneo de dardos entre los enfermos de Parkinson.
Todos pensaban que él también estaba loco, la Junta Directiva se opuso terminantemente al enterarse del proyecto, y amenazaron a Neurastenia con tomar medidas drásticas si lo hacía. Esta era su oportunidad.
La enfermedad de Parkinson es un tipo de trastorno de movimiento, generalmente producido por la insuficiencia de dopamina en el cerebro.
Sus síntomas más notorios son: temblores en las extremidades y cara, rigidez corporal, lentitud de movimientos, falta de equilibrio y coordinación.
Esos eran los retos a superar. Según Segismundo, el cerebro, con la estimulación adecuada puede volver a producir dopamina sin necesidad de fármacos. Tenía que forzar a sus pacientes de tal manera que a sus cerebros no les quede otra opción que producir dopamina, presionados por una terapia arriesgada y novedosa.
Por encima de las disposiciones de sus superiores, lo hizo. Reunió una docena de pacientes, los equipó con tableros y dardos, y los encerró en el salón principal de la clínica. Al principio como el médico esperaba, se produjeron algunos accidentes por punciones y picotazos, ventajosamente nada serios. Luego, conforme iban cogiendo confianza los participantes iban afinando su puntería y ya le daban al tablero. Esa sensación de dominio sobre sus movimientos fue creando confianza en los pacientes y de a poco la terapia se convirtió en una sana diversión con resultados extraordinarios. Estuvieron dos días encerrados y al salir sus rostros demostraban el alborozo con que habían superado un reto para todos irracional.
Cuando sus superiores se enteraron, pidieron la destitución inmediata del profesional. Al Director no le quedó más remedio que preceder administrativamente y dio inicio al trámite.Como todo procedimiento burocrático, la destitución de Neurastenia tomaría unos tres días, tiempo en el que sin disimulo Segismundo se frotaba las manos en público.
Empezó a empacar sus libros, carpetas, discos, vajilla, ropa y demás posesiones personales. Resultó como cambiarse de casa, pues como vivía la mayor parte del tiempo en el Instituto, tenía media casa en sus instalaciones.
Pero estaba feliz. Había conseguido matar dos pájaros de un tiro: mejorar las condiciones clínicas de sus pacientes y conseguir su despido del Instituto.
Al tercer día recibió la sorpresa: admirablemente la Junta Directiva había cambiado de parecer cuando el resultado fue una notable mejoría en las condiciones motrices, de equilibrio y coordinación en quienes habían sido usados como conejillos de indias.
Se anuló su proceso de despido, se reconoció públicamente su valía en una sesión especial a la que asistieron todos los médicos, paramédicos, enfermeras y empleados administrativos, además de todos los pacientes y un amplio número de invitados entre auspiciadores, benefactores y miembros del Colegio Médico de la ciudad.
Se procedió a la entrega de un diploma de parte de la Junta Directiva del Instituto y se le comunicó solemnemente con medalla y diploma, su nombramiento como miembro de número en la Sociedad de Protección Cerebral.
Según abrí tu blog me salió este relato tan hilarante que no pude dejar de leer.
Me pareció brillante incitar a los enfermos de párkinson a jugar a los dardos para ser despedido.
Muy bueno.
Un abrazo compañero.